Un emprendimiento social no es más que un proyecto de una empresa u organización con o sin fines de lucro que tiene como finalidad mejorar la comunidad en la que está inserta. Existen diferentes tipos de emprendimientos sociales; a continuación, veremos los más importantes.
En primer lugar, vale hacer un breve repaso de las que son las cualidades esenciales de un emprendimiento social. Además del fin social, ético, ambiental y también financiero, lo distingue su forma de accionar. Pese a no tener como objetivo central la generación de ganancias, usa un modelo estratégico de mercado para lograr sus fines.
En otras palabras, actúa como una compañía, pero pretende contribuir a resolver una problemática social. Por supuesto, necesita de recursos para subsistir, por lo que vende bienes y servicios sin que esto vaya en detrimento de su naturaleza.
¿Qué tipos de emprendimientos sociales existen?
Aunque en todos ellos predomina un nivel alto de conciencia social, lo cierto es que se pueden percibir diferencias notables entre las diferentes clases de emprendimientos sociales. Estos son los tipos que más se pueden encontrar:
1. Emprendimiento profesional
En este primer caso, incluimos a los expertos que dedican sus conocimientos y capacidades a la resolución de una carencia o problemática en una comunidad. Pueden ser parte de un emprendimiento propio, de una organización o incluso de un proyecto privado; lo que los distingue es su aptitud.
Por ejemplo, podemos hablar de una psicopedagoga que ofrece actividades para niños y jóvenes de un barrio carenciado, o una organización o compañía que dispone de un profesional en higiene para que brinde charlas de capacitación en escuelas y entidades públicas.
2. Emprendimiento de concienciación
De seguro te topas más a menudo con ellos de lo que crees. Estos emprendimientos están conformados por personas con ideales muy firmes, quienes buscan convencer y persuadir a los demás de sus argumentos para que cambien una determinada conducta o estilo de vida.
Aquí podríamos citar como ejemplo a los grupos ambientalistas, quienes no pretenden (mayoritariamente) vender un bien o un servicio, sino que buscan impulsar un cambio para mejorar la sustentabilidad de los recursos y la calidad de vida en el planeta.
3. Emprendimiento social que nace de un privado
Cuando una empresa de refrescos decide hacer un descuento a sus clientes por llevar un envase ya utilizado para reciclarlo posteriormente, estamos en presencia de un emprendimiento social de este tercer tipo.
Lo característico aquí es que una empresa se dedica a hacer un bien de modo directo a la sociedad, pero no necesariamente sus empleados o clientes deben compartirlo. Ellos son simplemente actores ‘secundarios’ del proceso, ya que podrían incluso no estar de acuerdo o no interesarse por la acción social que sus empleadores promueven.
Entonces, no se pretende convencer, sino que se le ofrece un beneficio a alguien para que aporte a la causa. Lo mismo ocurre con los trabajadores que participen en la producción: lo que se busca de ellos es eficacia para cumplir objetivos. Claro está, se necesita un equilibrio; cuanto más fuerte es el impacto social, más disminuye el rédito financiero.
4. Emprendimiento dependiente de un modelo corporativo
En este tipo de emprendimiento social, no es dicha organización la que se encarga de producir sus propios recursos y al mismo tiempo beneficiar a la comunidad, sino que recibe aportes de una empresa, a modo de padrinazgo.
Sería el caso, por ejemplo, de una multinacional de comida rápida que asesora y financia a una organización sin fines de lucro para la construcción de viviendas en zonas de bajos recursos.
En este caso, la finalidad de la compañía no es otra que la ganancia económica, mientras que el fin social se cumple a través de la colaboración con una segunda parte involucrada en el proceso. Es un modelo que se ve con mucha asiduidad hoy en día.
Otras clasificaciones
La que brindamos anteriormente es una clasificación de acuerdo a la organización del emprendimiento social y su naturaleza. No obstante, también los podemos dividir siguiendo otros criterios, como por ejemplo el origen de la idea.
¿Primero se encontró la problemática y se eligió un emprendimiento para combatirla? ¿O la primera acción fue decidir emprender y después se escogió un tema?
También podríamos diferenciar entre un emprendimiento social de innovación o uno de resolución de una necesidad. El primero, más orientado a la investigación, buscará nuevos métodos o teorías para tratar un asunto; el otro, en cambio, tiene como misión crear los medios para resolver una problemática, o bien recurrir a otros ya probados.
Finalmente, es posible dividirlos según el tipo de financimiento (público o privado), o incluso por la cantidad de participantes (individual o colectivo). Por supuesto, esta clasificación no es taxativa y puede aceptar otras formas de diferenciación.
Más allá de las diferencias, ningún modelo de emprendimiento social es mejor que otro. En definitiva, todo dependerá de la gestión, los recursos y la capacidad de los profesionales que formen parte en el proceso. Todos, sin embargo, contribuyen a lograr un mundo más justo y con mejores condiciones para sus habitantes.